Este virus ha marcado un antes y un después en todos nosotros y ha cambiado nuestra manera de entender las cosas, es por eso, que en consecuencia, también ha cambiado todo nuestro entorno. Nosotros, los estudiantes, también nos hemos tenido que adaptar a toda esta nueva forma de vida llevando así la mascarilla desde que sales de casa hasta que vuelves, aguantando las seis horas de clase con esto puesto, igual que los trabajadores que no pueden acceder al teletrabajo.
En mi instituto, igual que en muchos otros, han cambiado muchas cosas: ahora casi todas las clases las hacemos en una misma aula, no podemos ir cambiando de clases, antes de entrar siempre controlar nuestra temperatura y hasta han habido pequeños cambios en los horarios. Mi colegio, por eso, es pequeño, solo hay bachillerato, por lo tanto, hemos dividido las horas de entradas y salidas para no aglomerarse.
Los de primero, siempre van 10 minutos antes, entran a las 8 menos diez, salen al patio 10 minutos antes de las 11 y salen de las aulas diez minutos antes de las 14:30. En cambio, nosotros, los de segundo, seguimos con el horario común.
Estos pequeños cambios son muestras evidentes de que, como sociedad, hemos tenido que aprender a adaptarnos a este virus y que el gel de manos y el cubre bocas son ahora dos elementos imprescindibles en nuestras mochilas. Ahora ya nadie dice: “¿me dejas un boli? el mío no tiene tinta”. Ahora decimos: “Se me ha roto la mascarilla, ¿alguien tiene una?”. Ahora se llevan packs enteros de mascarillas en las mochilas y hemos tenido que aprender a contener esos abrazos y cambiar los trabajos para poder hacerlo todo individualmente, nada de grupos.
Está claro que todo esto nos va a dejar marca tan psicológica como física, nada va a volver a ser igual y tenemos que evolucionar con ello. La cultura es la primera afectada y la que menos derechos tiene, en mi bachillerato, el escénico, tenemos que trabajar en las mismas condiciones que un empresario; con una mascarilla, haciendo actividades semi deportivas y de contacto sin poder respirar bien y sin poder tocarnos ni abrazarnos en las escenas y los trabajos que lo requieren.
En conclusión, todo esto nos está condicionando a todos y a nuestra antigua forma de hacer las cosas, pero yo también soy de las que cree que necesitábamos un cambio de una forma u otra y aquí está. Es raro y difícil adaptarse a todo esto y aguantar tantas horas respirando nuestro propio oxígeno pero si ahora lo hacemos bien, antes podremos volver a cambiar.